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Libro y Dvd del Rancho de Ánimas de Arbejales-Teror

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viernes, 20 de noviembre de 2009

Texto inicial sobre los Ranchos


   Básicamente podemos definir un Rancho de Ánimas, como un grupo de personas que originalmente pedían limosna, la cual entregaban íntegramente a la iglesia, para que se dijeran misas por la salvación de las almas que están en el Purgatorio.

   Según la Iglesia Católica y es dogma de fe, cuando un cristiano muere, su alma antes de pasar al cielo, debe limpiarse de pecado en el Purgatorio, pero este tránsito se acorta si se dicen misas y se ruega por ellas.

   La aparición de estos grupos se remonta al Siglo XVI y está propiciada por la contrarreforma del Concilio de Trento. En Canarias tuvieron mucha aceptación, sobre todo en las zonas rurales, convirtiéndose en verdaderos difusores del Evangelio al llegar a sitios inaccesibles de nuestra geografía. No obstante, algunos investigadores relacionan el ritual que representan Los Ranchos de Ánimas, con otros cultos paganos a los muertos.

   En un principio los Ranchos eran todos de Ánimas y para cantar se apoyaban en el ritmo monótono de: espadas, triángulos, panderos con sonajas, chácaras, tambores y algunos instrumentos de cuerda como la guitarra, que tendrían una función más rítmica que armónica. La forma de cantar y versar, es muy peculiar y sus orígenes se remontan a la Edad Media. Originalmente se improvisaban coplas con letras sobre la salvación de las almas, pero con el tiempo la temática fue diversificándose, cantándosele a: Santos y Vírgenes, Pasajes sobre la vida de Jesús y temas cotidianos como la enfermedad de una persona o coplas de novios, donde un joven daba limosna para que le cantaran a su pretendida.

   La actividad de estos grupos se circunscribe al invierno. Téngase en cuenta que al estar formadas estas cofradías por varones que mayoritariamente se dedicaban a la labranza, esta era la época idónea para abandonar sus labores agrícolas, además las inclemencias meteorológicas acentuaban el sacrificio que supone el Rancho.

   Los grupos evolucionaron de distinta manera. En las islas occidentales desaparecieron hace tiempo, en este sentido Bethencourt Alfonso da datos de la existencia de un Rancho de Ánimas en Barranco Hondo, en Tenerife, en el Siglo XIX. En Lanzarote se especializaron en la Natividad de Jesús, denominándose Ranchos de Pascuas y funcionando sólo en el periodo navideño.

   Desgraciadamente la situación actual de estos colectivos es cada vez más precaria y de los muchos que existían no hace tanto, sólo quedan doce, repartidos entre las islas de: Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria.

  
    Prólogo de Jose Luis Yánez Rodríguez (Cronista Oficial de la Villa de Teror) al libro del Rancho de Ánimas de Arbejales-Teror
   Debe acostumbrarse el oído. Deben recogerse la prisa, el agobio, el desasosiego. Debe serenarse el cuerpo y llegar, casi sin sentir, a un primer nivel de sensibilidad. Debe elevarse el ánima, el alma profunda, el sentimiento más escondido, para comenzar a rozar ligeramente la sencilla, escueta y concentrada espiritualidad que se nos ofrece. El rancho se prepara; las gargantas se aclaran; la espada se afila con el viento para dar su mejor timbre; la mano nervuda, dura, del agricultor, se posa tensa sobre el pandero;… el rancho comienza.

   Los sones seculares, patinados con el lustre de años y años creando cultura, rasgan como un suspiro el aire y su monótona y conmovedora salmodia principia, a la vez terrena y espiritual, a lanzar para Dios y para hombres y mujeres sus palabras repetidas y nuevas. Un choque brusco nos conmueve, músicas de condición y raíz suenan golpeando nuestros sentidos. ¿Es esto lo que oyeron nuestros antepasados, arrebatados por la certeza de esta participando en algo único, sublime? Los surcos de la tierra que ocupan durante el día a muchos de estos rancheros son sustituidos, en un momento singular que experimentan casi sin darse cuenta tanto ellos como los que les escuchan, por los surcos del espíritu; y su cosecha, renovada año tras año, es la absoluta certidumbre de estar haciendo algo bueno. Algo bueno para el alma y bueno para la tierra que les sustenta.

   Comienza la evocación, el evangelio cantado para quien lo quiera oír; la historia sacra y la historia profana afloran diáfanas, didácticas, mostrando al que escucha las imágenes alusivas a la vida de santos, a narraciones bíblicas, a los valores que adornaban a seres queridos ya desaparecidos. Una y otra, y otra vez, el constante son del instrumento se une a la voz bronca, casi inteligible, que repite lo que otras voces ya entonaban cuando la isla abatía sus tierras y gentes bajo los pendones de la corona de Castilla. No importa el repetir. El canto va, poco a poco, en una suerte de rezo continuo, arrastrando nuestra esencia también hacia un estado de oración imperecedera. Nada importa si se cree o no en un Ser superior. Cuando el rancho entona, siglos de cultura nos rodean, nos muestran nuestras raíces, la energía vívida de aquello que nos diferencia como pueblo. Va, copla a copla, estribillo a estribillo, desgranando su universo particular. Los rancheros y rancheras abren todo un abanico de iconografías cantadas para enseñar al que les oye. Es su valor; acercan lo lejano, para que nos aproximemos, sigilosos, respetuosos, a todo aquello a lo que cantan. Unen a sus evidentes valores culturales el valor de hacerlo por el interés de otros que desaparecieron de la vida terrenal, pero no de esa otra vida que se nos hace más presente gracias a ellos.

   El Rancho de Ánimas con todo lo que le rodea y conforma (la recogida de limosnas, sus usos y costumbres, los recorridos tradicionales, el pago de misas,…) llena, hoy como siempre, los campos terorenses con el aire de sus deshechas y coplas, ligando nuestro presente con lo más profundo y valioso de nuestro pasado. Las tierras de San Isidro, de El

   Palmar, de Miraflor o de El Álamo, vieron, desde épocas inmemoriales el discurrir de estos hombres que, ligados por una creencia arraigada fuertemente en su interior, dedicaban su tiempo a mantener constantes la esencia de su fe en lo que hacían, y en la razón profunda por la cual cantaban a las ánimas.

   Una reliquia cultural que ha llegado a nuestros días gracias a la fe, al recogimiento y la entrega de muchas generaciones de hombres y mujeres que desde las alturas de Arbejales hoy siguen manteniéndose firmes en su papel de custodios de este vestigio, tan vigente, gracias a todos ellos, como lo estaba hace siglos. Por todo ello, la iniciativa de realizar este excelente estudio sobre los distintos aspectos que configuran la realidad y la historia del Rancho de Ánimas es una acertadísima decisión que, de seguro, ayudará a conocerlo mucho mejor, a estimarlo en su justa medida y a enorgullecernos de que esta muestra singular de la cultura canaria tenga en Arbejales, tenga en la Villa de Teror, uno de los reductos donde más se les respete como un preciado valor para las gentes de nuestra tierra.

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